El verde de tus ojos despertó mi pasión,
tu sonrisa adorable doblegó mi pudor.
Amor de horas aciagas, ¿cómo obviar el rencor
que omnipresente vive en mi fiel corazón?
Te adoré sin medida, sin piedad me humillaste,
anhelando que un día el olvido imperase,
que mi espíritu ciego, la cruel luz contemplase
y la luna sangrante en mi pecho instalaste.
Si la ilusión murió y el desamor nació,
¿por qué la alba verdad no salió de tu boca?
Maliciosa doblez, espíritu de roca,
sinceridad obtusa que a la falsía amó.
Ígnea hipocresía, mi desdén te encomiendo
aguardando el remedio a tu descortesía.
Remembrando el ayer y esperando alegría,
sólo anhelo acabar este fácil remiendo.
Dime que no me amaste; ¡dímelo tú, por Dios!
Ante este crucifijo, cáliz del sufrimiento,
di que no me has amado y no digas que miento.
Respeta mi persona y apartaré el dolor.