Era la reina Leda bella joya espartana
que ilusa contemplaba un cisne junto al río.
Desde el Olimpo, Zeus la miraba con brío
esperando tomarla como fruta temprana.
Zeus se convirtió en cisne para montar un trío
y sedujo a la reina, de entraña pura y sana.
Escapando de un águila se posó en la mañana
sobre la dulce Leda con loco desvarío.
De la semilla intrusa nació inmortalidad,
dos mellizos hermosos: un niño y una niña.
Ella, Helena de Troya; él, Pólux, el valiente.
Hijos del rey de Esparta, frutos de la verdad,
nacieron dos mellizos: un niño y una niña.
Grandes reyes mortales, como toda la gente.
Maria Oreto Martínez Sanchis