Anoche por fin soñé,
Soñé que tú me querías
Y una lágrima furtiva
Al despertar abracé.
En el tálamo admiré
Tu torso frío y desnudo,
Y dos lunares menudos
Con mi mano acaricié.
Te volviste hacia mí,
Hombre de frías montañas,
Y entre edredones y sábanas,
Tus anhelos comprendí.
La dulce miel de tus labios,
Enamorada bebí,
Con ardiente frenesí,
Como recetan los sabios.
Sólo entonces vislumbré,
A través de la ilusión,
Los ojos de la pasión
Que en tu rostro dibujé.
En mi mirada la aurora
Se reflejaba dichosa.
Me sentí como una diosa
Humilde y adoradora.
En mis ojos el amor
Grabó la más bella impronta,
Una caricia muy honda,
Espejo de tu fulgor.
Maria Oreto Martínez Sanchis
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