dilluns, 28 de març del 2011
AÚN (memorias de una mujer enamorada)
Mi mente vaga perdida en un mar de incertidumbres, recuerdos de un pasado reciente imposibles de olvidar. Me siento incapaz de comprender los hechos absurdos que me han transformado en una marioneta sin voluntad.
Dicen que el amor es vida, que es la simiente que conduce a la felicidad, sin embargo no siempre es posible que triunfen los anhelos del espíritu. Lo que es cosa de dos, dos lo han de compartir; si el devenir impide dicha comunión, el olvido es el único remedio, ya que nunca es posible que la flama se avive aunque queden los rescoldos.
Perdida en la nube del recuerdo, revivo con lucidez diáfana nuestro primer encuentro. Aún noto tus ojos cálidos sobre los míos sorprendidos, aún percibo tu aliento mojado sobre mi oreja al preguntarme: "¿Cómo te llamas, preciosidad?". Una sonrisa centelleante acompañó tus palabras. Sólo vislumbré tus níveos dientes entre el humo y la oscuridad de la discoteca.
Volvimos a encontrarnos tantas veces… Primero en la discoteca en la que nos habíamos conocido, después en el refugio en el que compartimos nuestros anhelos. Aún recuerdo la cama de hierro que decoraba la ancha pieza sin habitaciones , dormitorio indiscreto y lascivo de nuestras cuitas de amor. Todavía noto temblar tu mano suave sobre mis pechos fríos y sé que estás en mí, que continuas recorriendo mi cuerpo con tu fuego ardiente como lava de volcán, diferente al calor del hogar, aunque todo sea fuego. Escucho aún el chirriar del hierro al moverse al ritmo acompasado de nuestros deseos, sexo contra sexo, piel contra piel.
En mis retinas conservo la imagen desgreñada y sudorosa del enamorado que bajaba la cabeza hasta encontrarse con mis otros labios, como decías riendo. En mis manos percibo aún el loco latido de tu corazón indómito que nunca quedaba satisfecho. ¿Debió de ser quizás éste el motivo de tu abandono? ¿Quizás no fui bastante ardiente para ti?
Y sin embargo recuerdo mis besos apasionados y la estela que marcaba el recorrido de mi saliva por tu cuerpo. Cada parte quedó señalada por el dulce manantial de mi boca. Sólo tu camisa azul se empapó con mis amargas lágrimas de desconsuelo, con ella puesta me dijiste adiós.
Escribo estas cuatro letras para olvidar, son la catarsis que me liberará para siempre de tu olor, de tus caricias. Y sin embargo, a medida que relato nuestros encuentros amorosos, los siento más próximos. Noto tu aroma salvaje en mi vientre y sólo deseo rezar , ser fuerte para abandonar al demonio que me poseyó y me convirtió en su esclava.
Nadie escucha mis oraciones. Tiemblo como una posesa por el deseo que pervierte todos mis instintos. Necesito verte, amor, porque dentro de mis entrañas moras.