Poder sentir que existo,
escuchar el hondo latido de la vida
en mí…,
que escapa como huracán de mis anhelos,
me abandona en una isla desierta,
sola, sin un refugio al que amarrarme.
En ignotos espacios pervive mi espíritu,
arpegios silentes ejecutan la danza de las horas
y yo, enmudecida por el trueno que alimenta mi alma,
espero de ti una nota afable,
un rayo de luna que sea el fanal de mi existencia,
el trino dulce que guíe mi sendero,
el rocío que cure la llaga encendida.
Universos lejanos nos acompañan,
fiebre de quimeras encadena el devenir
hasta metamorfosear el hálito de la pasión
en amargo gorjeo tempestuoso y estridente.
Suena el piano en nuestras vidas,
música, cadencia, ternura,
amalgama de sensaciones y de emociones,
de recuerdos y de esperanzas,
amalgama de intentos entre sábanas de hilo,
frescura de jadeos entre amorosos silencios.
Un nuevo aliento de esperanza nacerá
y fenecerá el hastío que, como una condena,
se había apoderado de nuestro hoy,
que nunca será ayer ni tampoco mañana.