Siento flotar la tristeza cual plácido mar en calma
que llegara a mis orillas arrebatándome el alma.
Cansancio sufre mi espíritu, prisionero del dolor
cual crisantemo marchito, vivo pero sin color.
Pena me da mi fantasma, sin sombra que lo amilane,
pasea como los muertos sin cariño que lo calme.
¿Podrá la dicha algún día barrer la desilusión
de esta ánima encantada en barrotes de prisión?
Llorando a mares, tal vez, sin conocer la razón
del amargo sufrimiento que anida en el corazón,
podría recuperarme del agotamiento cruel
que, sin causa ni concierto, enmudece mi alma fiel.
Como flama que se apaga, siento la vida latir
y presiento la condena de un amargo devenir.
Ojalá vinieses, vida, disfrazada de princesa
y me robaras la llaga de ese dolor que no cesa