diumenge, 27 de març del 2011
PLANETA AZUL: UNA DICOTOMÍA
Eres mi planeta azul, amada Madre Tierra. Desde cualquier rincón del Sistema Solar así se te ve: azul. La vida se viste de azul al reflejar, las aguas que cubren la mayor parte de la Madre Tierra, el firmamento en día soleado.
La Vida también viste de verde, sobre todo en primavera, aunque también en invierno, época en que la nieve y el agua proporcionan la galanura que se observa en muchos árboles (pinos, abetos). En otoño sus colores son más apagados: ocre, marrón. Diríamos que la muerte se aproxima y, sin embargo, nada es menos cierto, ya que solo se cumple el ciclo de la Vida en la Madre Tierra.
La Vida en íntima armonía con el medioambiente que la rodea es paz, es ternura. Si el compás se rompe…, se disgrega…, la vida se metamorfosea en Muerte, que ya no es nuestra madre, aunque tampoco nuestra enemiga. Es nuestra aliada, si no forzamos su venida.
La muerte de las hojas permite que algunos árboles las muden; la muerte de algunas especies ayuda a su renovación y a que no existan demasiadas, para que no desaparezca un ecosistema equilibrado. Por ello, la caza, deporte que detesto, a veces resulta positiva.
La Muerte y la Vida son dos amigas contrarias en gustos pero necesarias ambas, ya que sin la primera no se daría la segunda, y viceversa.
Pero ¿qué ocurre cuando el ser humano entorpece los designios de la Madre Tierra, de esa Naturaleza sabia y llena de amor hacia sus hijos?
La amistad entre la Muerte y la Vida, que habitan nuestro Planeta Azul, desaparece. Surgen las rencillas y el odio. Y la muerte, ayudada por el ser humano, se impone a la vida. Ahora ya no hay metamorfosis, sólo vive la destructora.
Y no es que todos los seres humanos sean culpables de los desastres medioambientales que asolan nuestra amada Tierra, pero hay muchos que se dejan arrastrar por el amor pecuniario, sin vigilar el futuro sembrado de muerte que dejan por herencia a sus descendientes.
Pues sí, estos seres humanos que enemistan a las dos amigas que, unidas, permiten la bondad del ecosistema, tienen hijos, y tendrán nietos…, pero sólo piensan en el presente, en el vil metal que roe sus bolsillos.
Pero mi corazón, a pesar de todo el daño infligido a la Vida que producen guerras, polución, vertidos…,intenta hablarles en positivo porque se niega a recrearse en la desgracia propia y ajena. El agua es la Vida, debemos amarla y cuidarla como si fuera una hija. Si así obramos, la Vida y la Muerte volverán a ser amigas, se ayudarán mutuamente, y nuestro Planeta Azul vivirá por siempre. Nosotros y nuestros descendientes seremos felices en nuestra amada Tierra.
Maria Oreto Martínez Sanchis