AÑO VIEJO, AÑO NUEVO
A ritmo de pandereta y al compás de un villancico
se despide el año viejo consciente del estropicio
que ha originado en un mundo, abocado al precipicio,
que vive apagadas horas, a no ser que sea rico.
El hambre hurga en el pobre, la muerte escoge al famoso,
mientras el resto miramos la corrupción del político,
que se aferra a su banquillo, augurando un cargo mítico.
Chupa sangres es nombrado y es la mano del acoso.
El pueblo, atemorizado, ante tanto vandalismo,
alza los ojos al cielo implorando un espejismo.
De Dios, sonado milagro; del Año Nuevo, altruísmo.
Que el dos mil dieciséis sea sabio fin del caciquismo.
Brindemos por el futuro y olvidemos nuestras penas,
que el Año Nuevo ya viene engalanado de fiesta;
pletórico de alegría, nos trae amor en su cesta,
ahíta del bello encanto que repartirá en las cenas.
¡Ya se acabó dos mil quince! Agorero sinvergüenza
que desplumó nuestras mesas de la más tierna inocencia.
Bailemos el primer vals, signo de nueva conciencia,
en este dos mil dieciséis...¡Ojalá la igualdad venza!
Y durante todo el año, aprenderemos a amar,
que no es asunto de un día sino de una vida entera...
Regresará la ilusión arañando como fiera
las más gélidas corazas que empezarán a sangrar.
Y al circular esa sangre brotará la lealtad,
como una mágica rosa que llamara a la unidad
de todos los corazones, luchando por la equidad
de las almas de este mundo, que laten por la hermandad.
Maria Oreto Martínez Sanchis