ESPÍRITU GALENO
La Navidad es pureza,
belleza y sabiduría,
es sacrosanta hidalguía
que reside en la nobleza.
Es la época que reza
en favor de la justicia
y con su fervor auspicia
el reinado de la paz,
belleza y sabiduría,
es sacrosanta hidalguía
que reside en la nobleza.
Es la época que reza
en favor de la justicia
y con su fervor auspicia
el reinado de la paz,
en una Tierra incapaz
de entregar una caricia.
Es la Navidad el gozo
que pernocta en nuestros sueños,
que, en silencio, son los dueños
del mundo con alborozo.
¡Que se detenga el sollozo
que advierte con anegar
todo sagrado lugar
que irradie amor en la Tierra!
¡Que la malhadada guerra
abandone nuestro lar!
que pernocta en nuestros sueños,
que, en silencio, son los dueños
del mundo con alborozo.
¡Que se detenga el sollozo
que advierte con anegar
todo sagrado lugar
que irradie amor en la Tierra!
¡Que la malhadada guerra
abandone nuestro lar!
De Jesús, el nacimiento,
alegres conmemoramos...
Todos juntos, de la mano,
cantemos su advenimiento.
Pues Él es cálido aliento
que dibuja con ternura
un destino de dulzura
para el corazón sereno,
para que todo hombre bueno
se aparte de la diablura.
alegres conmemoramos...
Todos juntos, de la mano,
cantemos su advenimiento.
Pues Él es cálido aliento
que dibuja con ternura
un destino de dulzura
para el corazón sereno,
para que todo hombre bueno
se aparte de la diablura.
En este solsticio hambriento
de paz y sabiduría,
rindámosle peitesía
a Jesús el Nazareno.
El Espíritu Galeno,
Hijo del Ave María,
sanará con su armonía
a un planeta que se muere,
y con empeño requiere
Su Candela afable y pía.
de paz y sabiduría,
rindámosle peitesía
a Jesús el Nazareno.
El Espíritu Galeno,
Hijo del Ave María,
sanará con su armonía
a un planeta que se muere,
y con empeño requiere
Su Candela afable y pía.
Es su Espíritu de Paz
el temor del indecente
cuya putrefacta mente
teme de la Luz Su haz.
Y no contempla su faz,
por miedo a que lo destruya
y que el Resplandor construya
un mundo bien avenido
que sane nuestro orbe herido
el temor del indecente
cuya putrefacta mente
teme de la Luz Su haz.
Y no contempla su faz,
por miedo a que lo destruya
y que el Resplandor construya
un mundo bien avenido
que sane nuestro orbe herido
y evite que su alma huya.
Maria Oreto Martínez Sanchis