EL MUNDO
Ensueños entre suspiros, tragedias del corazón
cantando su frustración faltos de toda ternura.
Algunos visten de gala sin atender la premura
que la pobreza sin dueño arranca de la ilusión.
Soy un alma vagabunda que proclama a voz en grito
el dolor de mucha gente, de un orbe lleno de esclavos
cuyas manos masacradas se hallan cubiertas de clavos.
Mi rezo clama trabajo para esos seres benditos.
Sufren por la indignidad que el empresario inclemente
instaura sobre sus vidas que no imploran caridad;
solo imploran un trabajo para que exista igualdad
entre todo ser humano sin corazón de serpiente.
Igualdad y trato justo por parte del empresario,
y no una vara de mando que les rompa las costillas,
los asesine de hambre fingiendo que son cosquillas
y gracietas del señor que les roba su salario.
El Día Uno de Mayo es el día del trabajo,
por ello reclamo yo mayor justicia social:
Que se repartan los bienes de una forma más legal
y que el dueño no presione a trabajar a destajo.
El capital es quien manda, pero las leyes ordenan
si un gobierno bueno y justo anhela que la vergüenza
del miserable explotado finiquite al sinvergüenza,
que siempre se ha aprovechado de unas manos que faenan.
Maria Oreto Martínez Sanchis