dilluns, 13 de desembre del 2010

EN UN CRUCE DE MIRADAS

En un cruce de miradas nuestros corazones, sedientos de amor, quedaron prendidos.




Tus ojos verdes como esmeraldas relucientes bajo el sol me cautivaron, se apoderaron de mi ser en el momento en el que tropezaron con los míos. ¡Cuántas veces he revivido ese instante, inmortalizado en mi retina para toda la eternidad! Me miraste risueño y yo pensé que albergabas un corazón noble, ya que sólo un espíritu puro podía transmitir tan hermosas vibraciones a mi alma hambrienta de cariño.



Aprendí a amar tu risa, tu buen humor, tu ironía, tus silencios, tus deseos. Te ofrendé mi amor, mi locura y mis ansias de vivir.



Pero no pudo ser. Tus ojos se apartaron de los míos; tu alegría, en ira se metamorfoseó; tus deseos, fugitivos de mis anhelos, se convirtieron en silencios diáfanos. Nuestros caminos se bifurcaron y te perdí.



Sollocé como una loca sin encontrar el consuelo a mi profunda desesperación. Te busqué en cada rincón que habíamos compartido, te soñé en cada momento vivido. Pero tú no estabas allí.



Sola, reviví mil veces cada instante intentando vislumbrar el porqué de tu abandono. Sola, obsesionada y sin vida, vagué por el sendero de la depravación más cruel intentando encontrar remedio para mi pesar.



Y encontré el olvido de la pasión en el mundo virtual. En él me sumergí y de él me enamoré. Sola, felizmente sola, MUJER Y LLENA DE VIDA.



Maria Oreto Martínez Sanchis