Eras la naturalidad personificada,
el hombre bueno que reía con sed de amar,
la lluvia fresca de la madrugada
que convierte la pesadilla en hermoso despertar
Te perdí cuando comenzaban a platear tus sienes,
me faltó tu amor, tu alegría y tu vitalidad.
Muchos Reyes han pasado ya, padre mío,
pero nunca olvidé tu dulzura y tu cordialidad.
Piscis naciste, un auténtico artista
que dibujaba como nunca fui capaz.
Un alma de pintor se perdió para el futuro,
un alma generosa se perdió para la humanidad.
Tu espíritu optimista y libre
añoraré hasta el día del reencuentro,
el día en el que volvamos a reír
libres ya de la duda en el devenir.
Padre mío, sólo ruego al Creador
que te acompañe en el cielo infinito,
no deseo volverte a perder y sí encontrarte
en ese Mundo bendito.
Maria Oreto Martínez Sanchis