Sumida en profundas reflexiones
observas el anillo que te oprime,
que destruye las ansias de libertad.
Las quimeras se adueñan de tu mente
y te arrebatan la seguridad otorgada por la hermosura,
fiel señora poderosa, pero impotente ante tus miserias.
Vacilas y lamentas tu triste devenir.
¡Nunca me amará, nunca seré suya!
¿Quién soy yo? Sólo una pobre mujer sin importancia.
Tu pensamiento ha huido ya del anillo que contemplas,
símbolo de la más absoluta pasión,
de una entrega sin condiciones.
Tu vida es el lento transcurrir de las amarguras
provocadas por la inseguridad,
por un anhelo de libertad misterioso,
fiebre turbulenta que te impide gozar del amor.
La belleza y la riqueza son tus compañeras de viaje,
las que no te abandonarán mientras resistas
en este mundo que percibes
lejano, triste y olvidado.
Entre sábanas de raso vacilas, sucumbes,
meditas... Mujer de infausta belleza,
¿quién recordará tu nombre