La vehemencia de su lucha diaria
en el cansino puesto de trabajo,
en el que reventada a cruel destajo
ejerce su papel de intermediaria
entre el sustento y el mundo filial,
tiene un nombre: Maternidad se llama.
Resiste, que no eres la BIEN PAGADA,
salarios bajos y estrecheces duras
no vencerán tus ilusiones puras
ni por los jefes serás mancillada.
Tu honestidad diamantina y excelsa
tiene un nombre: Maternidad se llama.
Mujer, que en el cruel campo de batalla
que forma el devenir de cada día,
levantas tus manos con alegría
y, firme el rostro, tu boca no calla.
Denuncia fiel de las humillaciones
tiene un nombre: Maternidad se llama.
Cuando los últimos rayos solares
otean la tierra entre la arboleda,
arribas a puerto con tus pesares,
finges que caminas por la vereda.
Hijos de mis entrañas, abrazadme.
Nombre tiene: Maternidad se llama.
Evita que tus ramas se tuerzan,
olvida tu calvario matutino,
abraza a tus pequeños con cariño
y ríe mientras tus hijos se esfuerzan
en contarte sus penas y alegrías.
Escúchalos, madre, te necesitan.
Acabado el misterio de ese día,
el amor te llevará al paraíso.
Nunca sueltes su mano fiel, te aviso,
ya que es el remanso de tu alegría,
tu hogar de luz y de melancolía.