MARZO
Este
mes de marzo no nos ha salido fallero, pues por la mañana
pone cara de perro y por la tarde de valiente mancebo, así que
es impossible salir a tomarse una agüita de València porque no para
de llover por la noche. Pero, por la tarde, ese sol de marzo hiere
con mazo y los ojos nos lloran intentando leer todas las fallas y
es que el sol de marzo es un auténtico pelmazo, de esos que
es imposible quitarse de encima. A mediodía quema como un condenado
y ¡ay de las madres con hijas casaderas...!Porque la madre que su
hija quiere casar del sol de marzo la ha de librar, ya que, si
no, las pobres chiquillas están todas renegrías y
quemadas por
el astro rey y
no hay quien las mire a la cara, que parece hollín.
Mañana se acabarán las fallas y yo daré gracias a Dios porque en
este marzo nos ha salido un día malo y otro peor.
Pero
daré gracias porque el agua de marzo siempre es buena para el campo,
y hemos de comer y dar de
comer al necesitado. Y es que
a nadie debe extrañar que
en marzo empiece a tronar;
pues si en marzo truena,
cosecha buena. Pero,
al fin y al cabo, amigos, estamos hasta la coronilla de tanto
invierno, que comporta frío lluvia y nieve. Por eso añoramos que
entre marzo y abril salga el cuco del cubil, pues con la nieve no
quiere venir. Y
si marzo se va y el cuco no viene, o se ha muerto el cuco, o el fin
del mundo viene. Y es que
está visto que cuando
marzo vuelve el rabo, todavía al invierno no se le ve el cabo, y no
queda oveja con pelleja ni pastor deszamarrado.
A
pesar de todos mis temores sobre el frío me alivia pensar que cuando
marzo mayea, mayo marcea,
y como estamos cercanos a abril espero
que lleguen las golondrinas y se vayan los tordos,
porque prefiero un mayo
soleado a un marzo con solera.
Y golondrinas aún no he visto en este San José. Mi padre, recuerdo
que decía, si a la
golondrina en marzo no la ves, mal año de espiga es;
però también decía, por
San José, la golondrina veré. Y
este año no se la ha visto ni se la espera.
Y
es que este cambio climático nos está llevando a la ruina y, al
final, en marzo son aguas mil y, en abril, marzo ventoso. Y es que si
marzo abrilea, abril marcea.
Aunque bien es cierto que nunca nos podemos fíar de dichos meses
porque marzo y abril, si
no la pegan al entrar, la pegan al salir.
Maria
Oreto Martínez Sanchis