divendres, 6 d’abril del 2018

MARZO

MARZO

Este mes de marzo no nos ha salido fallero, pues por la mañana pone cara de perro y por la tarde de valiente mancebo, así que es impossible salir a tomarse una agüita de València porque no para de llover por la noche. Pero, por la tarde, ese sol de marzo hiere con mazo y los ojos nos lloran intentando leer todas las fallas y es que el sol de marzo es un auténtico pelmazo, de esos que es imposible quitarse de encima. A mediodía quema como un condenado y ¡ay de las madres con hijas casaderas...!Porque la madre que su hija quiere casar del sol de marzo la ha de librar, ya que, si no, las pobres chiquillas están todas renegrías y quemadas por el astro rey y no hay quien las mire a la cara, que parece hollín. Mañana se acabarán las fallas y yo daré gracias a Dios porque en este marzo nos ha salido un día malo y otro peor.

Pero daré gracias porque el agua de marzo siempre es buena para el campo, y hemos de comer y dar de comer al necesitado. Y es que a nadie debe extrañar que en marzo empiece a tronar; pues si en marzo truena, cosecha buena. Pero, al fin y al cabo, amigos, estamos hasta la coronilla de tanto invierno, que comporta frío lluvia y nieve. Por eso añoramos que entre marzo y abril salga el cuco del cubil, pues con la nieve no quiere venir. Y si marzo se va y el cuco no viene, o se ha muerto el cuco, o el fin del mundo viene. Y es que está visto que cuando marzo vuelve el rabo, todavía al invierno no se le ve el cabo, y no queda oveja con pelleja ni pastor deszamarrado.

A pesar de todos mis temores sobre el frío me alivia pensar que cuando marzo mayea, mayo marcea, y como estamos cercanos a abril espero que lleguen las golondrinas y se vayan los tordos, porque prefiero un mayo soleado a un marzo con solera. Y golondrinas aún no he visto en este San José. Mi padre, recuerdo que decía, si a la golondrina en marzo no la ves, mal año de espiga es; però también decía, por San José, la golondrina veré. Y este año no se la ha visto ni se la espera.

Y es que este cambio climático nos está llevando a la ruina y, al final, en marzo son aguas mil y, en abril, marzo ventoso. Y es que si marzo abrilea, abril marcea. Aunque bien es cierto que nunca nos podemos fíar de dichos meses porque marzo y abril, si no la pegan al entrar, la pegan al salir.




Maria Oreto Martínez Sanchis